Este año de Bicentenario, el 2010, yo lo venía esperando hace mucho tiempo -prácticamente desde siempre:
Empecé a pensar en el asunto allá por 1976 (tenía 12 años), cuando en Estados Unidos celebraron su bicentenario, y siempre tuve la expectativa de que llegado nuestro momento tendríamos un año de fiesta y orgullo nacional. Pero en estos 34 años la realidad de México ha cambiado mucho, y el sentido del esperado festejo es muy distinto de lo que había yo imaginado.
Muy a mi pesar, esa fiesta y sobre todo ese orgullo nacional que yo esperaba serían la marca de una fecha tan significativa, en buena medida no están presentes al menos a siete meses de la fecha del bicentenario.
Tengo mis teorías sobre los qués y los porqués de estas pérdidas de orgullo nacional. Y supongo que más adelante trataré de compartirlas, y sobre todo trataré de compartir mis ideas acerca de cómo podríamos revertir los retrocesos en la materia.
Pero más allá de análisis y reflexiones serias, ahora sólo quiero compartir la postura que me ha invadido para este bicentenario: hagamos el 2010 un año especial, no sólo de fiesta, sino de orgullo y reencuentro nacional.
Para que, llegado el momento, podamos gritar muy a gusto "¡Viva México!"
De verdad: eso nos hará mucho bien a todos.
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