Llevaba mucho tiempo pensando en abrir este espacio; pero no lo había hecho por la sencilla razón de que no quiero sumarme al ejército de personas que abren un blog para escribir un par de veces y nunca más volverlo a hacer.
Es decir, el solo hecho de decidirme a echarlo andar es una declaración de que no pienso abandonarlo. Pero al mismo tiempo que me propongo mantenerlo con vida, debo reconocer que veo poco probable alimentarlo intensamente: regresaré de vez en cuando, no prometo más.
Una pregunta obligada: ¿por qué abrí este blog?
Al igual que tantas otras personas en mi ciudad, México; mi país, México, y el mundo en general, estoy preocupado por cosas que veo en muchos ámbitos de la sociedad; y obviamente estoy lleno de ideas y opiniones al respecto. Este blog no es otra cosa más que un intento por hacer oír mi voz más allá de sobremesas y demás espacios donde amigos y sobre todo familiares con frecuencia han tenido que soportar mis largos -¡perdón!- y muchas veces amargos -doblemente, ¡perdón!- monólogos y peroratas. Es un mensaje en una botella. (Lo que no sé, es si las botellas lanzadas en estos espacios en algún momento llegan a manos interesadas; supongo que pronto empezaré a darme una idea al respecto).
Por último, y antes de empezar a escribir acerca de cualquier tema concreto, quiero dejar clarísimo que una preocupación principal mía, y un motivador central en mi actual forma de pensar -y, por tanto, creo, para gran parte de lo que habré de escribir en este espacio-, es una cuestión muy sencilla pero muy profunda a la vez:
Los grandes problemas de México tienen que ver con la falta de cumplimiento de leyes y reglas. No importa de qué tema se trate: sea un problema gigantesco como el narcotráfico y los cientos de muertes que van asociadas a dicho mal; el exceso de tráfico en la Ciudad de México; la basura en alguna calle; un niño copiando en un examen, la deforestación de la Selva Lacandona, los taxis sin placas... Uno a uno, todos esos problemas no son sino manifestación y consecuencia del no-cumplimiento de las leyes y las normas que teóricamente deberían asegurar nuestra convivencia.
Y en tal sentido, soy un convencido de que todo nuestro universo de problemas: desde el comercio informal afuera de una estación del metro, hasta los secuestros y los decapitados en Sinaloa, pasando por los vecinos que nos molestan sin que podamos defendernos, todo eso forma parte de un único 'continuo' llamado falta de voluntad para respetar y hacer respetar las normas.
Así, mi silogismo es muy sencillo: si queremos un país que funcione, tenemos que arreglar todo ese continuo. Mientras sigamos dando vueltas prohibidas, dando "mordidas" (sobornos) y buscando maneras de eludir cualquier pequeña norma que nos incomode, tendremos que convivir con temas más serios como el secuestro y el narcotráfico.
Y es que es absurdo por un lado 'pendejear' al policía que nos quiere levantar una multa, y, al mismo tiempo, esperar que ese mismo policía se juegue la vida para proteger nuestra familia y nuestro patrimonio. Simplemente no se puede.
lunes, 29 de diciembre de 2008
Un par de reflexiones iniciales
Etiquetas:
convivencia,
DF,
México,
narcotráfico,
secuestro,
seguridad
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