Es muy intensa la discusión alrededor de servicios como Cabify y Uber, que –lo mismo que en distintas ciudades de otros países– han llegado al DF para competir con los taxis tradicionales. El problema es que es una especie de diálogo de sordos, donde abundan las posturas extremas y escasean la reflexión serena y las argumentaciones bien fundamentadas.
Así, trataré de aportar al asunto, haciendo un análisis del tema, pensando específicamente en cómo se ha dado en la Ciudad de México.
Veamos:
Los argumentos y razones de las apps
1. El principal punto a su favor es muy sencillo: se trata de un servicio útil para la sociedad, que en sí –más allá de reglamentos y normatividad urbana– no tiene nada de malo.
2. Entregan facturas y pagan impuestos.
3. Es una fuente de empleo.
4. Un argumento que en mi opinión es falso: “Es diferente de los taxis, y por tanto no tendrían por qué aplicarle las mismas reglas”. Digo que es falso, porque el hecho de reservar por medio de una app, y que ‘te mandan la foto del chofer’ (alguien me lo mencionó como un diferenciador), no son razón suficiente para concluir que es un servicio distinto.
5. “No requerimos regulación del gobierno; la propia empresa se encarga de la supervisión”.
Por qué son tan populares
6. Ofrecen seguridad. Lo cual no es poca cosa en una ciudad donde subirse a un taxi es visto como una acción de riesgo.
7. Son un servicio cómodo y agradable: lo es la contratación, y la transportación –a diferencia de lo que con frecuencia sucede con los taxis– también lo es.
8. Es elitista. Muchos usuarios seguramente no lo aceptarían fácilmente, pero es bastante obvio que su faceta ‘glamorosa’ –el uso de tecnología, pago con tarjeta de crédito, coches de lujo…– es una de las razones para el culto que estos servicios despiertan. Tiene que ver con el clasismo propio de nuestra sociedad, y con la identidad de hípsters, ‘neo-yuppies’ y demás especies de adultos jóvenes.
Argumentos y razones de los taxistas
9. “Las apps son competencia desleal”. Se refieren a que los autos de Uber y demás no tienen –y no tuvieron que pagar– placas, permisos, revistas y demás requisitos a los que los taxistas están obligados.
10. Les están quitando trabajo. No es razón para que los taxis pidan eliminar los servicios de apps, y mucho menos para las agresiones que en más de una ocasión hemos visto; pero ciertamente explica el rechazo y el miedo de los taxistas (la ‘gente bien’ puede perder de vista que se está amenazado el medio de subsistencia de los conductores y sus familias)
11. La amenaza viene de empresas gigantescas, extranjeras. Uber, por ejemplo, en 2014 tuvo ingresos en el orden de los $10,000 millones de dólares; y no es poca cosa que una empresa de ese tamaño llegue, con todo su poder, a arrebatarte tu trabajo. Comentarios en el tono de “en vez de quejarse, los taxistas deberían afiliarse a Uber”, viniendo de los mencionados hípsters y neo-yuppies, tan propensos a idolatrar el espíritu emprendedor y la independencia de las personas, no hacen sino reforzar mi convicción de que esta discusión tiene mucho de clasista: en tales expresiones veo desprecio hacia los ‘nacos’, gente sin estudios –los taxistas, pues–, a quienes por esa condición les escatiman el valor de ser emprendedores y libres.
Mi propuesta de soluciones
Ante todo, no tengo duda de que Uber y Cabify y cualquier empresa que quiera dar el servicio deben tener derecho a operar. El punto 1 basta por sí solo para que así sea.
Y, pese a todos sus enojos y miedos, no hay justificación alguna para que algunos taxistas agredan a los demás choferes.
Para que deje de haber problemas, y el público sea beneficiado por una oferta diversa y calidad, las autoridades deben ajustar las regulaciones y establecer condiciones justas y funcionales.
- Los autos de las apps deberán regularizar su situación, respecto a los requisitos mencionados en el punto 10. La autorregulación de los servicios, en tanto, les servirá para asegurar la calidad que los distingue y que tanto le gusta a los usuarios. (Una cadena de comida rápida, por más que llegue con prácticas de excelencia, no puede apelar a éstas para eludir la normatividad vigente en materia de restaurantes; sus supervisiones están encaminadas a asegurar su competitividad).
- Pensando en el punto 11, sería muy valioso que el gobierno ofrezca a los sitios apoyo para mantener la competitividad (lo dicho: como emprendedores con poca educación y recursos, deben enfrentar a un monstruo lleno de talento, dinero y mejores prácticas). Por ejemplo:
- Capacitación en mercadotecnia.
- Capacitación en relaciones públicas y con medios.
- Capacitación en relaciones con clientes.
- Herramientas tecnológicas (con universidades, por ejemplo, desarrollar apps, implantar CRMs, etcétera).
Con medidas tan sencillas como ésas, se logrará un ‘terreno parejo’, donde todos jugarán bajo las mismas condiciones, y se protegerán los derechos de todos en materia de negocios y de oportunidades sociales.